Siempre he defendido que la felicidad
no depende del sitio en el que estés, sino de con quien lo
comportas. Puedes sentirte la persona más desgraciada del mundo
observando la puesta de sol más perfecta que en ninguna foto se
pueda plasmar; del mismo modo que puedes sentirte el ser más feliz
del universo sentado en el taburete más roto, del bar más cutre, al
que has ido a parar con tus amigos.
Un sitio enamora, puede cegarte y
sentir que es algo imprescindible para ti, seguramente lo sea, te
hará feliz visitarlo, vivir allí...pero si no encuentras con quien
compartirlo, con quien disfrutarlo, te acabará minando las energías.
Pero a toda regla, le llega su
excepción, y es esta...
Cuarto y mitad de tu corazón |
Ese sitio, que te maravilla, que te da la
vida, te recarga las pilas, te hace sonreír por dentro, porque es
ese lugar que compartes contigo misma. Es ese destino que está lleno
de recuerdos, en el que has estado tantas veces, tantos años...que
jamás podrás sentirte sola allí.
No ves más allá del horizonte de
olivos que te envuelve, de ese cielo azul de día y enormemente
estrellado de noche, que te hace respirar tan fuerte que la olor de
los jazmines invade hasta el último de tus alveolos. Es esa paz, esa
sensación de control, de independencia a la vez, que te hace
recordar quien eres y lo que te gusta disfrutar de la vida.
Ese lugar que llevas tatuado en cada
uno de tus lunares, quizás sea la burbuja que te abstrae de todo, la
válvula de escape a tus problemas y a tus pensamientos, quizás sea
simplemente un alto en el camino, un reinicio...pero te hace sentir
tan bien, que no puedes dejarlo. Es la droga que te cura, es quien te
devuelve la sonrisa que todo este verano has tenido perdida...es
simplemente eso, un lugar.
No hay mejor sitio que ese, ese que
disfrutas con tu yo más escondido, con la niña que guardas en lo
más profundo de ti, que siente miedo a crecer, porque todo cambia a
un ritmo vertiginoso... pero sigues siendo tú, tú frente al mundo,
frente a una dura realidad, que duele y te descoloca...pero allí,
allí no hay nada, no hay nadie, estas tú y ese lugar del que
siempre vas a disfrutar aunque simplemente estés sentada en una
silla sintiendo el viento de la esquina, pues te da más de lo que te
quita.
No es el sitio en si, es lo que te hace
sentir, es esa transparencia que ves en tus ojos cuando te miras, esa
sonrisa que te provoca, esa sensación de que todo esta bien, y todo
seguirá estando bien, porque tú y tu yo interior están hablando,
riendo y compartiendo ese lugar... Es allí dónde te encuentras cada
vez que te has sentido perdida, porque allí es dónde toda tu vida
encuentra el sentido, pues es el punto de partida, el punto de
inflexión, es dónde el pasado, el presente y el futuro convergen,
porque en ese lugar fuiste, eres y serás, siempre, tu.